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LOS ORÍGENES

Monsieur Blondin fue antepasado de todos los pintores que componen el proyecto “Manisse”.

Monsieur Blondin fue un gran incomprendido en su época; aunque el público reconoció alguna de sus hazañas, nunca llegaron a entender su tramboliquismo puro.

Él creó La Escuela Trambólica de Arte del Niágara y la esencia de esta Escuela se trasladó a los pintores “Manisse” a través de su rama familiar “Grange”.

También otro Grandes Trambólicos de la Historia sirvieron de inspiración al “Atelier Manisse” ​

Petinto                               Ignatius                                Fernando Arrabal                        Gregorio…de la Calzada

Saramago y su Tertuliano                                            Berto Romero                                         Mi primo Toño

                               Carlos Jesús                          Don Ramón María              José Arcadio, Úrsula y  Aureliano          

Dalí             Esopo            Faemino           Mario Vaquerizo           Gurb            Agente Doble “F”             Don Quijote

Se trata de personas que han visto la esencia de la libertad en una concepción caleidoscópica de la vida, donde el sentido del humor es el bastidor en el que se suspenden las lentes que generan las imágenes distorsionadas de la realidad; aunque muchos de ellos sí que han pensado que eran imágenes reales de la distorsión como esencia del caos.

En definitiva, se trata de un surrealismo como esencia del tamboliquismo.

El tramboliquismo intenta descomponer al ser humano en cuantas partes conceptuales sea necesario hasta alcanzar su esencia. En numerosas ocasiones, dicha esencia es un concepto obsesivo compulsivo que enlaza de pleno con la esencia del método daliniano paranoico-crítico, fundiéndose éste en el color como esencia conceptual del todo. Ahí es cuando se diferencias los “trambos” puros de algunos surrealistas para los que la forma adquiere un protagonismo por encima del color.

El Proyecto “Manisse” intenta extraer de cada uno de nosotros, la esencia trambólica que llevamos dentro, permitiéndonos plasmar en un lienzo y con ninguna pretensión más que el color, ese trambólico que llevamos dentro, al igual que le ocurrió al Volador de la Arbolada de la Juridición del Sultidor.

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